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La Honestidad, ante todo...

Seamos honestos. Usted y yo sabemos que la verdadera culpable de esto no soy yo. Sí, sí, yo tengo el cuchillo, la sangre, la pistola, lo acepto. ¿Okey? Lo acepto. Acepto que... tal vez.. fui un poco.. desordenada.. un poco... extremista, tal vez. Tal vez no sé manejar la situaciones de esta medida como lo habría hecho mi madre en otros tiempos. Pero -- PERO... usted y yo sabemos que no tengo la culpa. Y no, no le echo la culpa a la genética, ni a la música, ni a Marilyn Manson, ni a los Iluminati, ni a nada de eso. No. Le echo la culpa a usted. Así, derechito.

A usted, sí, a usted. Usted que no supo decirle al pendejo este que las tetas no se tocan sin permiso. Que no supo decirle que la pájara va adentro de los pantalones y que rascarse los huevos en la ruta no es nada atractivo. Que nada tiene de bonito hacer eso a plenas siete de la mañana porque luego vienen los problemas. Ora aquí estamos, usted, yo, su hijo desguevado y la policía. A ver... a ver... quiero saber la excusa que tiene una madre para no saber que su hijo es un violador. ¡Lástima que se encontró con una asesina serial! ¡Imagínese! ¡Ay Señito! Deje de llorar, mire.. en vez de estar ladrando que me amarren más fuerte las esposas, debería darme las gracias; de no haber sido por mi buen humor de esta mañana, su muchachito corriente estaría todavía tratando de levantarle la falda a alguna de las muchachitas que van paradas en la ruta.

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